Hermanos. Hermanas. Nuestra palabra, que camina y teje razones y sueños,  ahora se levanta para compartirles a todos y todas, habitantes del  territorio colombiano, pero también a todos los pueblos hermanos, que  hombres y mujeres de la más variada procedencia y diversidad de edades  nos dimos cita en Bogotá, entre el 8 y el 12 de octubre de 2010, para  asumir en nuestras manos la responsabilidad histórica de nuestras vidas y  motivar a nuestro pueblo para que haga lo propio con la suya.  
Somos los trabajadores y las trabajadoras, 
somos los corteros de caña y sus compañeras, 
somos los campesinos y las campesinas, jornaleros y cosecheras, 
somos la gente hija de la tierra, 
somos los pueblos indígenas, 
somos los descendientes de africanos que nos estamos liberando, 
somos las mujeres dignas y libres, 
somos gente pescadora de mares y ríos, 
somos los moto-trabajadores, los taxistas, las camioneras, 
somos los estudiantes, las maestras, los educadores populares, 
somos las experiencias de resistencia al capital, al Estado y a la guerra, 
somos los pobres, las marginadas, los excluidos,
somos las artistas y los artesanos, 
somos la gente desplazada por las balas, la amenaza, las motosierras, el latifundio, los grandes proyectos, 
somos los otros, las otras, quienes desde la diversidad sexual hacemos democracia, 
somos los habitantes de la calle, de los barrios, de los cerros de las grandes ciudades, 
somos los detenidos y detenidas en las cárceles, 
somos las defensoras de los derechos humanos, 
somos los comunicadores y las comunicadoras populares, 
somos los creyentes en nuestros dioses y sobre todo los creyentes en la justicia, 
somos los ausentes y las víctimas, 
somos las niñas y los niños, la risa y la imaginación sin límites,
somos los jóvenes, que resistimos la opresión de un sistema policíaco, 
somos el país y los pueblos,
Somos el Congreso de los Pueblos. 
¿Por qué nos constituimos en Congreso de los Pueblos?
Este  Congreso fue convocado con un propósito fundamental: que el país de  abajo legisle, que los pueblos manden, que la gente ordene el  territorio, la economía y la forma de gobernarse. 
Así de  sencillo. Estamos recuperando para el pueblo y los pueblos de Colombia  nuestro carácter  soberano, o como dicen, de constituyentes primarios. 
Porque  a pesar de la euforia de los poderosos, estamos convencidos que el  sistema político y económico colombiano está agotado, casi muerto de  corrupción y crimen. No esperamos gran cosa de los congresistas y los  gobernantes. Lo que hemos confirmado en esta sesión de instalación es  que en muchos lugares del país la gente no esperó más y se puso a  legislar por su cuenta, a organizar el territorio y a darse su propia  forma de mandar. Asambleas constituyentes municipales, pactos de  convivencia barriales y regionales, territorios autónomos indígenas y  afros, territorios de paz, experiencias de presupuestos participativos,  redes de soberanía alimentaria, mesas de concertación de sectores  populares, asambleas territoriales en los barrios, movimientos para  consolidar reservas campesinas, ¡todos!, han encontrado en sus propios  ejercicios legislativos más democracia, bienestar y justicia que toda la  que puedan ofrecer y no han garantizado en 200 años de vida  republicana. 
Este Congreso de los Pueblos ha empezado a juntar  esas dinámicas de autonomía popular. Y ha llamado a todos los sectores  sociales alternativos a que nos juntemos para pensar un nuevo país,  iniciar una deliberación nacional e ir elaborando un Mandato de los  Pueblos, o un Mandato País, o una Agenda Alternativa, o una Constitución  Popular. La discusión que hemos empezado dirá qué nombre le ponemos.  Con ese espíritu, más de 17.000 delegados y delegadas de unas 220  organizaciones con sus  procesos sociales populares hemos aceptado  sumarnos al Congreso de los Pueblos en su primera sesión; pero el  Congreso de los Pueblos tendrá el quórum decisorio cuando otros cientos  de procesos de base, dispersos por toda la geografía nacional, se sumen  de manera activa, y con todo el espacio para deliberar y decidir, a esta  tarea de legislar y hacer de nuevo al país, o mejor, cuando todo el  país real se reúna para discutir y decidir cómo es que quiere vivir y  trabajar. 
El Congreso de los Pueblos no es una reunión. Este  primer encuentro fue solo su Sesión de Instalación. Lo que hicimos estos  cuatro 4 días ha sido principalmente definir nuestra Agenda Legislativa  Popular. Cada una de las organizaciones y sectores sociales que aquí  participamos, aportamos alguna experiencia de haber aprobado un Mandato  general o puntual, de haber elaborado un Programa o Propuesta sectorial,  de haber adoptado Leyes en ejercicio de nuestras autonomías, de haber  presentado un Pliego político. Hemos puesto en común esa experiencia de  autonomía. Y hemos adoptado las líneas gruesas de una Agenda Legislativa  Popular y la Ruta de Trabajo Legislativo de todos los sectores,  actores, sujetos y organizaciones populares del país para el próximo  período.
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Hemos decidido hacer de nuevo a Colombia. En  realidad, somos nosotros y nosotras, cada cual por su lado, quienes la  construimos todos los días. Pero esta vez la edificaremos con nuestra  mirada, a nuestro modo, hablando diariamente entre todas las  organizaciones populares. Nuestra vocación de unidad popular es  irreductible. El Congreso ha decidido que iniciamos un proceso de  deliberación y acción conjunta en todos los rincones del país, abordando  lo que nos parece que son los temas fundamentales. Aquí algunos de  estos asuntos: 
Pensar y adoptar un nuevo sistema político basado  en los gobiernos autónomos y democráticos de las comunidades locales y  los pueblos. Un Estado soberano e independiente. Seremos nosotros y  nosotras quienes lo construiremos.  
Ordenar de nuevo el  territorio del país para que las comunidades puedan mandar sobre sus  recursos estratégicos, y para fundar una nueva forma de relacionarnos  con la Madre Tierra. El Congreso manda que se libere la Madre Tierra. Y  manda que se devuelva a la población el derecho a decidir tanto sus  formas de gobierno como el aprovechamiento de los bienes de la  naturaleza. 
Construir una economía para el buen vivir. En la  lucha contra el modelo económico neoliberal que expropia y roba y  destierra, la recuperación para los pueblos de los recursos naturales y  estratégicos que hoy se encuentran en manos de las transnacionales, es  un imperativo. 
Consolidar unas rutas propias de las  organizaciones de base, populares, para encontrar una solución política  del conflicto, y unas rutas de movilización que nos permitan abrir los  caminos de la justicia y la paz. Mientras llegan estos momentos,  rechazamos la guerra del capital, y demandamos redistribuir el  presupuesto destinado para la guerra, de modo que éste se invierta en  suplir las múltiples necesidades que agobian a los siempre excluidos y  negados.
Potenciar los valores más queridos por la gente que  carga con el peso del país real, dándole cuerpo a una ética que respeta y  potencia la vida y rechaza la muerte. Cultura que rompa con la opresión  patriarcal, cultura de la equidad de género, del respeto y protección  de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, por una vida  libre de violencias. Valores y ética que se oponen a aquellas decisiones  del poder que privilegian el lucro sobre el bien común, la especulación  sobre la producción real, el logro individual sobre la realización  colectiva, el amasar de mercancías sobre su redistribución, la  homogenización sobre la diversidad. Cultura de la solidaridad, del  complemento, de la producción limpia, de la armonía con la naturaleza,  que sabe y entiende que “los más” urgimos de un sistema de comunicación  nacional independiente para que nuestras reflexiones y decisiones  lleguen a todo el país, para que se hagan cuerpo y movimiento cotidiano.  
Nuestra apuesta es sumarnos al torrente de los pueblos de  América que se deciden por la libertad, por la libre determinación y el  ejercicio de la soberanía. 
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Es obvio que nuestro propósito  de hacer un nuevo país y hacer realidad los derechos de la gente, nos  ponen en clara oposición con el gobierno de Juan Manuel Santos, que se  reclama heredero de la “seguridad democrática”, pero que sobre todo  mantiene intacta su intención de seguir entregando el país al capital  financiero y a las transnacionales. Entendemos que las diferencias entre  el nuevo gobierno y las mafias con que gobernaron los ocho años  anteriores, puede llevar incluso a conflictos entre ellos. Será un  período peligroso. Intentarán que a cambio de que ellos se distancien de  las mafias, nosotros aceptemos la continuidad del saqueo y la invasión  de nuestros territorios. Entre tanto seguirá la judicialización de las  luchas populares, el recorte de los derechos sociales, la  desterritorializacion del país, la transformación de Colombia en una  inmensa zona franca donde vale más la ley comercial que el interés  público y la dignidad. 
El nuevo gobierno dice ser de “unidad  nacional”.  Es claro que se trata de unir a todos los sectores de las  viejas oligarquías para tratar de restablecer en parte el desastre  dejado por el uribismo en materia de polarización interna y aislamiento  internacional. De paso quieren cooptar a algunos líderes populares para  detener la movilización social. Nada dicen de cumplir sus obligaciones  como Estado en materia de los derechos sociales, económicos, culturales,  ni de los miles de acuerdos firmados con el movimiento popular, los  campesinos, los indígenas y afrodescendientes, los sindicatos y los  pobladores de las ciudades, incumplidos año tras año. 
Reconocemos  que el clima de intolerancia cotidiana que había impuesto Uribe Vélez  ha mermado en el nuevo gobierno. Vemos que mientras tanto mantiene la  misma agenda económica contra las regiones, contra la soberanía nacional  y contra las clases trabajadoras: raponazo a las regalías, ley de  ordenamiento territorial sin consulta con los indígenas y  afrodescendientes, tratados de libre comercio como pan de cada día,  privatización acelerada de los servicios públicos, persecución a las  economías campesinas y a los pequeños mineros. Los proyectos de las  transnacionales en minería, energéticos y de infraestructura, siguen  invadiendo nuestros territorios, sustento de nuestras culturas y de  nuestra soberanía alimentaria. 
El Congreso de los Pueblos ha  determinado que es urgente concentrar nuestros esfuerzos en darle cuerpo  a una intensa acción social, política, cultural, espiritual. Nos  convocamos a movilizarnos en torno de los grandes desafíos del momento,  entre los cuales resaltamos los siguientes: 
Por la defensa de los territorios, los recursos naturales, el medio ambiente y la vida digna, contra el despojo.  
Por el derecho a la tierra y la reparación a las víctimas. 
Por la solución política del conflicto, contra la militarización de la vida y los territorios. 
Por  el ordenamiento democrático del espacio urbano, contra el sometimiento  de las ciudades a las lógicas de acumulación privada. 
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Sobre  estos y otros variados temas, el Congreso de los Pueblos empieza a  deliberar. Su sesión de instalación organizó el trabajo que realizaremos  por todo el país, en todas las organizaciones y comunidades, en el país  pleno, para darle forma durante los próximos años a ese Mandato. El  país es de los de abajo, y entre todos y todas iremos tejiéndolo. Con la  persistencia de todas y todos los concitados por el ánimo de una  Colombia diferente de la que hoy tenemos, llevaremos adelante las  deliberaciones aquí iniciadas a todos los rincones, para escuchar y  retomar los anhelos de los nunca escuchados y siempre negados,  esforzándonos en hacer ley y poder lo que hoy apenas es un sueño. 
Entre  tanto, sesionaremos por líneas sectoriales y temáticas. Convocamos a  los Congresos regionales de los Pueblos para iniciar las discusiones y  la acción conjunta. Superaremos la dispersión que hoy caracteriza las  luchas de resistencia, con nuestras manos siempre dispuestas a anudar  esfuerzos y proyectar en forma conjunta el quehacer con otras  experiencias sociales alternativas.
Para hacerse realidad, y  sabiendo que es proceso, este Congreso de los Pueblos constituye una  mesa de trabajo integrada por todas las organizaciones y procesos que  hicieron presencia en su primera sesión de instalación que hoy termina,  dejando el espacio abierto para todas las dinámicas organizadas que  resuelvan llegar. Y cita a unas y otras a encontrarse en no más de 30  días en Bogotá, con el propósito de estructurar ordenada y puntualmente  las decisiones tomadas en su primera sesión. 
Al mismo tiempo,  estimula a la diversidad que lo ha constituido, para que se despliegue  por todo el país con ánimo deliberativo y de acción. Seguiremos  aplicando nuestros principios de trabajo: desde abajo, entre todos y  todas, alrededor del fogón, dialogando y buscando que la palabra  transparente y justa sea la que lleve nuestro mensaje y nuestra  decisión. Diagnosticar, reflexionar, unir, hacer, transformar, son  algunos de los verbos llenos de contenido que deben orientar el esfuerzo  de todas y todos los congresistas.
Mientras este momento llega, y  por ahora, lo más importante es que salimos de esta primera sesión del  Congreso con el convencimiento de que estamos legislando, que estamos  construyendo nuestro propio sistema político desde las comunidades y  organizaciones de base. Que lo haremos porque es nuestra tarea, y porque  los ricos y poderosos no lo harán. Somos los pueblos, las comunidades,  las organizaciones populares, quienes sacaremos al país de este lugar  terrible al que lo han llevado los líderes históricos y nuevos del  establecimiento. 
Proponemos al país poner de nuevo en la agenda  nacional la urgencia de superar el conflicto. Respaldamos a las  personas, comunidades y organizaciones que día a día realizan hechos de  paz, y rechazamos su criminalización. De nuevo exigimos a los actores  armados el cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario. 
Mostraremos  en los hechos que estamos por la democracia popular, la soberanía, la  lucha contra el capital, por la vida digna, la paz y la justicia. Que  los pueblos de Colombia somos el país;  que la unidad es posible y que  la estamos tejiendo. 
Que el país de abajo legisle. 
Que los pueblos manden.
Que la gente ordene el territorio, la economía y la forma de gobernarse.
Que camine la palabra.
 

 
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