Por Renán Vega Cantor
Entre el 29 y el 31 de julio se realiza en Bogotá la Primera Feria Minera Nacional, organizada por el Ministerio de Minas y Energía para feriar, como su nombre lo indica, el patrimonio mineral de la nación. En la convocatoria oficial del evento se afirma: “Minería 2010 tiene como objetivo promocionar a Colombia como país minero, bajo la premisa del desarrollo industrial sostenible y compatible con el medio ambiente”. Y una de las mesas de trabajo del evento se denomina minería sustentable.
También se indica que “esta es una feria especializada del más alto nivel que pretende consolidarse como la mejor en su categoría, fomentando el intercambio comercial, científico y tecnológico de la industria minera nacional, promoviendo las oportunidades de inversión extranjera y promocionando a Colombia como potencia minera latinoamericana en el corto plazo”.
Tenemos dos tipos de información completamente diferentes: por una parte la idea verdaderamente increíble de la minería sustentable, algo que no puede existir y, por otra parte, el ofrecimiento de Colombia como un país minero en el corto plazo.
Empecemos por lo segundo. En efecto, las clases dominantes de este país, en concordancia con el capital imperialista, han decidido convertir a Colombia en un país minero exportador, para regalar los diversos recursos minerales y energéticos que se encuentran en nuestro territorio. Después de más de cinco siglos de la conquista española, que se sustentó en la explotación de minerales preciosos y consolidó una división internacional del trabajo basada en la especializació n forzada del continente americano en la producción de materias primas minerales, hoy se ha vuelto a regresar a ese esquema, terriblemente destructor de la naturaleza y de los seres humanos más pobres. Y evidentemente es cierto, en el caso de Colombia como en el de cualquier país del mundo, que la explotación de minerales sólo puede estar garantizada en el corto plazo, porque ese esquema rentista únicamente va a existir hasta cuando se agoten esos recursos, algo que a nivel mundial ya se presenta con todos los minerales estratégicos. En otros términos, la actividad minera no puede ser ni de mediano ni de largo plazo, por la sencilla razón que a los minerales, al ritmo de explotación actual para mantener los patrones de consumo en Estados Unidos, Europa Occidental, China, India, Australia, Japón, les queda muy poco tiempo de existencia.
En estas condiciones, resulta de una miopía impresionante que las clases dominantes de un país en lugar de pensar en defender y preservar los recursos mineros y en impulsar un proceso económico que beneficio a su población, estén interesadas en regalar esos recursos a cambio de unas cuantas migajas que sólo las benefician a ellas, porque para las gentes pobres sólo dejan miseria y desolación.
En cuanto a la justificación de fondo de impulsar una “minería sustentable”, puede decirse que es un muy mal chiste. Nombrar a la minería sustentable es como hablar de la pureza de las aguas del Golfo de México (contaminadas por millones de barriles de petróleo), o del pacifismo de Barak Obama, presidente de los Estados Unidos, embarcado en varias guerras contra diversos países del mundo, o de la virginidad de Madonna, o de la inocencia de Álvaro Uribe Vélez. En pocas palabras, minería sustentable es un oximorón, algo absolutamente imposible.
No existe minería sustentable, porque el término sustentable aplicado al ámbito económico y productivo indica que una determinada actividad puede mantenerse y reproducirse en el tiempo, sin alterar negativamente sus propias condiciones de funcionamiento. En esa perspectiva, se puede hablar de sociedades sustentables, entendiendo por tal a aquellas, como las que han existido en la selva amazónica antes de la llegada colonizadora europea y de sus descendientes criollos, que durante miles de años han sabido preservar los recursos naturales que les permiten vivir con dignidad. Algo muy distinto al pretendido desarrollo sustentable, otra contradicción en los términos, ya que no es posible seguir manteniendo las pautas de consumo y destrucción del modelo de desarrollo imperante, sin poner en riesgo las mismas condiciones de existencia de la humanidad como un todo, al agotar los recursos materiales y energéticos que permiten tan fugaz desarrollo.
La minería no puede ser sustentable porque los recursos mineros son limitados y se agotan y, por lo mismo, no es viable garantizar su existencia durante un tiempo indefinido, porque simplemente no se pueden renovar. De tal manera, la explotación minera va agotando un recurso en la medida en que se explota y, por ende, entre más se intensifique su explotación más rápido va a desaparecer. Pero también es insustentable la explotación minera porque el proceso de extracción destruye los ecosistemas y contamina las aguas, los suelos y el aire. Que esto pueda remediarse en algún grado depende del tipo de explotación que se realice, pero ni en las formas más cuidadosas y sofisticadas de explotación minera es posible mantener intactos los ecosistemas. Necesariamente se alteran y modifican por la extracción de minerales, ya que esto precisa hurgar la tierra, las rocas o los ríos.
Y la minería es igualmente insostenible porque destruye a los seres humanos, como sucede con comunidades indígenas y campesinas, las principales victimas de este tipo de explotación irracional. Cuando se explota un mineral no solamente se arrasa con los ecosistemas y el medio ambiente sino que también se aniquila a los seres humanos que ocupaban esos lugares y que vivían de los productos que generan esos ecosistemas y de las corrientes de agua que se contaminan con los residuos o con los materiales tóxicos empleados para obtener los minerales.
Por todo lo anterior, no deja de ser una muestra más del cinismo a que nos tienen acostumbrados las clases dominantes de Colombia y el régimen uribista aquello de minería sustentable. En este caso, la palabra sustentable se usa como una muletilla desprovista de cualquier sentido para darle una apariencia de preservación del medio ambiente a la entrega de nuestros recursos minerales a las grandes empresas transnacionales del sector, que dondequiera se han posicionado han dejado destrucción, contaminación y ríos de lagrimas y de sangre. En Colombia, por supuesto, las cosas no han sido distintas y no van a ser diferentes en el boom minero que se nos anuncia.
Cuando se haya consumado la explotación de oro en la Colosa, Cajamarca, o en el Páramo de San Turban, y cuando hayan desaparecido ecosistemas, plantas y animales y se hayan contaminado centenares de corrientes de agua, las dos palabrejas que forman el vocablo minería sustentable sólo serán recordadas como otra mentira más que se empleó para justificar lo injustificable: el regalo de nuestra riquezas naturales a los pulpos transnacionales a cambio de ruina económica, social y humana de las comunidades campesinas y la destrucción de bellezas naturales incomparables, transformadas en huecos sucios y abandonados.
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